martes, 24 de marzo de 2015


El gato en el Antiguo Egipto

Siempre se ha dicho que los antiguos egipcios adoraban los gatos, llegando incluso a divinizarlos y a enterrarlos en extensas necrópolis. Y algo de cierto hay en ello.
Esta creencia la hemos heredado de los autores clásicos que visitaron el valle del Nilo, como lo fue Diodoro Sículo (historiador griego del siglo I a. C.), quien en su primer libro de Bibliotheca Historica (un compendio de historia de 40 volúmenes) nos relata una historia popular del siglo I a. C.: la muchedumbre de Alejandría se lanzó contra un soldado romano que había matado un gato, consiguiendo juzgarle y ejecutarle. Aquí tenéis el texto (I, 83).
Otro autor clásico que contribuyó a esta creencia fue Heródoto (otro historiador griego del s. V a. C.) quien relata  durante la XXVI Dinastía lo siguiente (I, 66):
 ¡Ay de los gatos igualmente si sucede algún incendio, desgracia para ellos fatal y suprema cuita! Porque los egipcios, que les son supersticiosamente afectos, sin ocuparse en extinguir el fuego, se colocan de trecho en trecho como centinelas, con el fin de preservar a los gatos del incendio; pero estos, por el contrario, asustados de ver tanta gente por allí, cruzan por entre los hombres, y a veces para huir de ellos van a precipitarse en el fuego; desgracia que a los espectadores llena de pesar y desconsuelo. Cuando fallece algún gato de muerte natural, la gente de la casa se rapa las cejas a navaja; pero al morir un perro, se rapan la cabeza entera, y además lo restante del cuerpo.
Seguidamente nos cuenta dónde son enterrados:
Los gatos después de muertos son llevados a sus casillas sagradas; y adobados en ellas con sal, van a recibir sepultura en la ciudad de Bubastis. 
Otra historia que nos habla del amor de los egipcios hacia los gatos nos la cuenta Ctesias (historiador griego del s. V a. C). Este autor nos narra la batalla de Pelusium, en el 525 a. C. en el Bajo Egipto, entre el rey persa Cambises II y el faraón de Egipto, Psamético III. Se cuenta que los persas idearon una estratagema para vencer utilizando en sus escudos imágenes de animales sagrados para los egipcios, entre ellos el gato (las malas lenguas dicen que usaron gatos propiamente dichos). Ante este sacrilegio, los egipcios se rindieron.

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